Dirigente nacional de Vanguardia Popular
La situación política presente en Honduras, ha desatado en Venezuela y en el mundo un verdadero torneo de acusaciones mutuas entre quienes, por una parte, suponemos que ubicándose en una supuesta posición de izquierda, acusan a la “derecha” de ser la responsable; y por la otra, aquellos que, sin identificarse nunca como de derecha, señalan a la “izquierda” como la verdadera causante de ésta. Ambos bandos han escogido el plano de las normativas legales internacionales y constitucionales para disputarse a la opinión pública; presentándose como los máximos defensores de dicha legalidad, y logrando alinear, cada uno, a sus propios seguidores.
En la primera fila del sector que acusa a la “derecha” se ubica el presidente Chávez y sus acólitos de distintos niveles. Estos han construido su discurso con base en la larga historia intervencionista de los Estados Unidos, a las características que han asumido los conflictos sociales en Centroamérica, y al papel que, para mantener su dominio sobre el poder político y económico en esos países, han jugado las clases de los terratenientes y el gran empresariado junto con el estamento militar; cuyos intereses han estado permanentemente ligados a las transnacionales norteamericanas. Mientras, a la cabeza de quienes acusan a la “izquierda”, se colocan principalmente los factores que han sido, directa o indirectamente, cómplices de las atrocidades cometidas en toda la América con la excusa de impedir el avance de la “subversión comunista”; los cuales, para justificar su posición en la actualidad, establecen una relación manipulada a partir de las experiencias del llamado “socialismo real”, vividas anteriormente en la Unión Soviética, China, etc., y contemporáneamente en Cuba y Venezuela.
Ambos grupos actúan con total cinismo y desparpajo; pues, cuando han tenido necesidad de preservar sus mezquinos intereses y mantener el poder, han demostrado no tener el menor escrúpulo para violentar las normas internacionales ni las constituciones de sus propios países. Es muy demostrativo el caso de la OEA, pues, Cuba fue expulsada de su seno cuando le pareció conveniente a los intereses de los norteamericanos y de sus socios minoritarios en ese organismo. La excusa: Cuba se había declarado comunista, por lo tanto, no era ya un país democrático; aunque si era considerado así durante la dictadura de Fulgencio Batista, tal cual como eran reconocidos como miembros con plenitud de derechos, todas las sanguinarias y brutales dictaduras militares que florecieron en nuestro continente para la época. Asimismo, eran parte de esta organización, sin ningún problema, países considerados muy democráticos como Méjico y Venezuela; donde sin embargo, se produjeron y se continúan produciendo, múltiples violaciones a los derechos humanos que, en algunos momentos, han llegado a ser tan extremas como la conocida masacre de cientos de obreros y estudiantes realizada en la Plaza de Tlatelolco de la Ciudad de Méjico, así como también lo fueron la de Yumare, la de Cantaura y la del 11 de abril de 2002 en nuestro territorio. En todos estos casos, la exigencia principal de los masacrados era: democracia. Con la nueva administración del presidente Barack Obama en la Casa Blanca, se generaron algunos cambios en la política internacional norteamericana, que determinaron el perdón otorgado al país caribeño y la invitación a reintegrarse a la organización; la cual no fue aceptada por la jerarquía del gobierno cubano con Raúl Castro a la cabeza, y dio pie para que éste desatara una andanada de furibundas críticas y denuestos contra ella. Sin embargo, lo vemos ahora, formando parte del coro del ALBA, haciendo exigencias a la OEA para que intervenga en Honduras; lo que por supuesto, indica su reconocimiento a este organismo.
Para ninguno de los dos grupos cuenta, por ejemplo, que Manuel Zelaya sea un muy rico empresario proveniente de una de las más rancias familias de la oligarquía de su país, ligada a escabrosos episodios de masacres y violaciones de derechos humanos contra los campesinos y a operaciones internacionales antisubversivas que han dejado profundos rastros de torturas, desapariciones y muertes; y tampoco, que haya sido uno de los principales dirigentes del partido Liberal (socio del bipartidismo hondureño), aliado indiscutible del gobierno norteamericano y fiel representante de una de las facciones de estos grupos que hoy se disputan el poder en la nación centroamericana. Para los “izquierdistas”, Zelaya es un dirigente que se ubica en el campo del “socialismo” que lidera Chávez; y para los “derechistas” también. Para los “derechistas” y los “izquierdistas”; Lula, que fue un destacado dirigente de las corrientes troskistas y dirige un gobierno “socialista” que le cae bien a los “derechistas”, y Evo Morales, que aún se mantiene como cabeza visible de movimientos campesinos e indigenistas, o como Raúl Castro, que formó parte de la dirección de una triunfante lucha guerrillera, son tan líderes de la “izquierda” como Zelaya, del cual ya hemos referido sus antecedentes, o como Rafael Correa, de formación socialcristiana y títulos universitarios obtenidos en prestigiosas universidades extranjeras, o como Hugo Chávez, que es un militar que se rindió después de haber dirigido un fracasado golpe y ahora encabeza un régimen despótico, antipopular y antinacional.
Actualmente podemos ver como con el mayor descaro, Chávez y sus lacayos exigen la intervención de la OEA en Honduras para garantizar que se respete a un gobierno electo democráticamente; pero éste mismo no respeta la soberanía popular expresada en los resultados electorales y violentados de múltiples maneras, así como tampoco la Constitución de su propio país. Observamos como en Venezuela y en el mundo hay sectores que, diciéndose democráticos, justifican el Golpe de Estado, la intervención de los militares en calidad de árbitros de la sociedad, y estimulan que se siga el ejemplo de los hondureños, bajo la premisa de que “es necesario para impedir el avance del chavismo y el comunismo”. Vemos como Chávez y su combo, llaman “gorilas” a los gobernantes y militares que detentan el poder en Honduras, mientras que en Venezuela, los sectores opuestos a su régimen lo acusamos también a él de golpista, militarista y “gorila”.
Lo cierto es, que los verdaderos y legítimos intereses de los pueblos latinoamericanos no se encuentran expresados en ninguno de estos dos extremismos; que como pudimos ver, constituyen las dos caras de una misma moneda. Los verdaderos demócratas y revolucionarios estamos en la obligación de desenmascararlos y señalar el rumbo correcto; estamos en el deber de colocarnos a la vanguardia de la lucha por cambios en profundidad que signifiquen tiempos de democracia, soberanía, progreso, desarrollo y bienestar social.
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